Desde hace varios años la mayoría de instituciones de educación superior en América Latina, han ido incorporando en sus estructuras organizacionales la creación de departamentos o centros dedicados a promover la creación de empresas. Algunas de estas áreas fueron creadas bajo el modelo de las ya tradicionales incubadoras de empresas. Su público objetivo en primera instancia son los estudiantes, pero irónicamente su tasa de participación es baja en comparación con el resto de la población de beneficiarios de cada centro, siendo muchos de ellos procedentes de otras instituciones y muchos aún sin estudios universitarios. Esto se debe principalmente a que quizás no hemos hecho una lectura correcta del enfoque que debe tener cada uno de estos centros, considerando la idiosincrasia de cada país.
Partimos por la premisa, que para hacer una empresa no es necesario ir a la universidad. Muchos de los grandes empresarios que ya forman parte de la historia, desertaron o ni siquiera fueron a realizar estudios superiores. Lo cual no es una excusa para no ir a la universidad, pero si los es, para romper el paradigma tradicional que motiva a la mayoría de personas a acudir a una institución universitaria. Muchos van a la universidad solo por obtener un título universitario, la minoría va para aprender una profesión. En nuestra sociedad, un título universitario se ha convertido en la manera para ganar un “status” social, cambiar la denominación de un contrato de jornales a servicios profesionales, o simplemente cumplir con un requisito. Entonces si esa es la motivación de muchos jóvenes, ¿Cuál debería ser el papel de los centros o departamentos de emprendimiento?
El papel fundamental de un centro de emprendimiento es su proyección a la comunidad, a la par de ir sumando a aquellos estudiantes que tienen la vocación de hacer empresa. Se deben romper las barreras de los claustros universitarios para convertirse en el aporte de la academia al progreso de las personas, sin importar que hayan seguido estudios, pero que sí cuenten con las competencias y ganas de emprender. Por otro lado, no solo limitarse a la creación de empresas, también tienen que desarrollar programas que aporten a la productividad de las personas, especialmente para aquellos que buscan desempeñarse como dependientes. Probablemente, para muchos estudiantes podría ser hasta más atractivo este último punto, especialmente para aquellos que tienen el objetivo de obtener un buen empleo al concluir sus estudios. Las empresas requieren de profesionales con actitudes personales, para poder liderar, trabajar en equipo, comunicar ideas sin temor y con seguridad. Es aquí una nueva oportunidad para los centros de emprendimiento que nacieron en claustros universitarios, para que rompan esquemas y pongan en marcha más iniciativas, que brinden un aporte en aquellos aspectos que las diversas escuelas profesionales no han puesto cartas en el asunto. En fin su principal objetivo es contribuir al desarrollo y generar un impacto socioeconómico en la comunidad. Y para lograrlo existen mil maneras de hacerlo y no encerrarse en las aulas.
¡Que tenga una excelente semana y que Dios le bendiga!
©Guillermo Cabanillas Holguín, 2016. Puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.